Cuando te llega la notica de que EL PROGRAMA QUE HAS DIRIGIDO ha ganado un Premio Zapping, la sensación es muy parecida a la del pollo de un restaurante chino, agridulce.
La lógica alegría por el reconocimiento al trabajo bien hecho, viene acompañada de un horizonte algo más inquietante, que es tener que subir a recoger el premio sin hacer el ridículo.
Lo normal sería aplicar a este momento las mismas estrategias que te han llevado a recibir el premio, es decir, tenerlo todo preparado, controlado, estudiado y dejar sólo una pequeña parte del porcentaje al azar y al "ya veréis", que es así cómo hemos conseguido hacer un gran programa.
En mi caso, preferí invertir los porcentajes, y lo único que no dejé al azar (al igual que mi maestro Adán Bonet, productor ejecutivo, alma y luz del programa) fue el estado de mi bragueta. Ni las chicas de la sincronizada hubieran clavado el gesto que hicimos a la par al oír nuestros nombres para recoger el premio, comprobar que la bragueta estaba convenientemente cerrada a cal y canto. No fue nada premeditado, ni siquiera hablado, debe ser el instinto.
Como no puede ser de otra manera, el discurso de Adán ha resultado brillante, hasta que ha dejado de serlo, mientras que el mío ni siquiera ha empezado a tener ciertos trazos de brillo.
Puede parecer un desastre, pero no lo es, lo que realmente debe brillar es el programa, y no nuestro discurso.
Dos mandamientos que no debes olvidar:
- agradece el premio a todos aquellos compañeros que han logrado que el programa lo merezca y como no, a la persona que ha confiado en ti (el Maestro Bonetti)
- revisa el estado de tu bragueta justo antes de subir al escenario, o en su defecto, ves a la entrega de premios con un vestido (yo me he decidido por la segunda, o quién creéis que se ha llevado el vestido de Lupita Nyong'o).
En fin, los premios, como los programas, pasan, y el año que viene otros ganarán, y no les envidiaré la parte agria del pollo...la rabia será no estrenar mi vestido.
La lógica alegría por el reconocimiento al trabajo bien hecho, viene acompañada de un horizonte algo más inquietante, que es tener que subir a recoger el premio sin hacer el ridículo.
Lo normal sería aplicar a este momento las mismas estrategias que te han llevado a recibir el premio, es decir, tenerlo todo preparado, controlado, estudiado y dejar sólo una pequeña parte del porcentaje al azar y al "ya veréis", que es así cómo hemos conseguido hacer un gran programa.
En mi caso, preferí invertir los porcentajes, y lo único que no dejé al azar (al igual que mi maestro Adán Bonet, productor ejecutivo, alma y luz del programa) fue el estado de mi bragueta. Ni las chicas de la sincronizada hubieran clavado el gesto que hicimos a la par al oír nuestros nombres para recoger el premio, comprobar que la bragueta estaba convenientemente cerrada a cal y canto. No fue nada premeditado, ni siquiera hablado, debe ser el instinto.
Como no puede ser de otra manera, el discurso de Adán ha resultado brillante, hasta que ha dejado de serlo, mientras que el mío ni siquiera ha empezado a tener ciertos trazos de brillo.
Puede parecer un desastre, pero no lo es, lo que realmente debe brillar es el programa, y no nuestro discurso.
Dos mandamientos que no debes olvidar:
- agradece el premio a todos aquellos compañeros que han logrado que el programa lo merezca y como no, a la persona que ha confiado en ti (el Maestro Bonetti)
- revisa el estado de tu bragueta justo antes de subir al escenario, o en su defecto, ves a la entrega de premios con un vestido (yo me he decidido por la segunda, o quién creéis que se ha llevado el vestido de Lupita Nyong'o).
En fin, los premios, como los programas, pasan, y el año que viene otros ganarán, y no les envidiaré la parte agria del pollo...la rabia será no estrenar mi vestido.